CHICLANA DE LA FRONTERA, España (AFP)
En su casa blanca en un callejón sin salida, José María y Paqui cuentan los días con angustia: el 11 de septiembre podrían ser desalojados, una plaga que amenaza a miles de familias andaluzas, castigadas por el desempleo.
"Yo de aquí no me voy", asegura Paqui Vázquez. Con su marido, José María Muñoz, compraron esta parcela hace 14 años y construyeron con sus manos su casita cubierta por tejas rojas, en Chiclana de la Frontera, una ciudad de 76.000 habitantes en el extremo sur de España.
La bautizaron "Los cuatro niños", un guiño a la pequeña tribu que se divierte con Petra, el cerdo que apunta a convertirse en jamón o sabrosas costillas en el próximo octubre.
Entonces, la pareja pidió un crédito de 66.000 euros, para pagarlo a 450 euros por mes. No contaban con la crisis, que en el 2009 dejó a José María sin su trabajo de jardinero.
"La hipoteca hace ya tres años que no la pagamos", relata Paqui. Sin recursos desde enero, José María, de 41 años, su esposa de 35 y sus cuatro hijos, de seis a 17 años, solo cuentan para alimentarse con la familia y organizaciones caritativas.
"A veces me sale algo, de jardinero, de albañil, para un día nada más", añade José María, con un rostro envejecido antes de tiempo. Paqui vende "melones en verano", dice.
Actualmente, esta región de 8,4 millones de habitantes tiene un astronómico porcentaje de desempleo del 33,92% (contra algo mas del 24% a nivel nacional). Y para miles de familias que agotaron todas sus posibilidades, solo queda el desalojo en el horizonte.
"En Andalucía, cinco familias puestas en la calle cada día", destaca Juan José Sanchez, responsable local de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), una organización que lucha por el derecho a la vivienda.
El 24 de mayo, sus militantes bloquearon un primer intento de desahucio de Paqui y José María.
"Logramos un plazo hasta el 11 de septiembre", explica la madre de familia. Pero, "si nos echan a la calle, no sabemos adonde ir", agrega.
En los 1.737.600 hogares españoles en los que todos sus integrantes están en el paro, la solidaridad familiar se pone a prueba.
"Mi madre tiene dos separados y un soltero en su casa, mi suegra igual, tiene dos hijos en su casa. No tienen sitio para nosotros", se lamenta Paqui.
Para otros, como Isabel Ruiz Rodríguez, de 66 años y madre de seis
varones, todos desempleados, el descenso a los infiernos también tiene
cara de pesadilla administrativa.
"Soy fiadora de mi hijo", relata. Lampista, como cuatro de sus hermanos, perdió el trabajo al tiempo que se veía hundido por un crédito que no puede devolver. "Empezó pagando 500 euros, hoy acaba con 1.700, el banco le pide 1700 euros", explica su madre.
Como consecuencia, Isabel y su marido, inválido desde hace 25 años, peligran ahora con ser desalojados de su propio piso, que acabaron de pagar hace tiempo, en Jerez de la Frontera, una de las ciudades emblemáticas de Andalucía.
"El día 5 de noviembre, lo ponen en subasta, luego nos mandarán una carta diciendo que tenemos que irnos", añade esta mujer de mirada determinada, cuyo retrato en ropas típicas andaluzas adorna una de las paredes del pequeño salón.
La ayuda entre generaciones, a veces, se invierte de manera cruel, como es el caso de Rocío Medina, de 40 años, y su marido Eliseo Cisneros, de 43, pintor desempleado.
Es su hija de 20 años, con una beca de estudiante, la que ayuda a la familia de Chiclana, sin ingresos y también al borde del desahucio.
El mismo círculo vicioso del desempleo y la pobreza parece repetirse hasta el infinito en la hilera de casas blancas, bañadas por el sol, de los barrios populares de Jerez o de Chiclana.
"El futuro, muy negro. No se le ve salida", lamenta Alfredo Martínez, uno de los hijos de Isabel.
En su casa blanca en un callejón sin salida, José María y Paqui cuentan los días con angustia: el 11 de septiembre podrían ser desalojados, una plaga que amenaza a miles de familias andaluzas, castigadas por el desempleo.
"Yo de aquí no me voy", asegura Paqui Vázquez. Con su marido, José María Muñoz, compraron esta parcela hace 14 años y construyeron con sus manos su casita cubierta por tejas rojas, en Chiclana de la Frontera, una ciudad de 76.000 habitantes en el extremo sur de España.
La bautizaron "Los cuatro niños", un guiño a la pequeña tribu que se divierte con Petra, el cerdo que apunta a convertirse en jamón o sabrosas costillas en el próximo octubre.
Entonces, la pareja pidió un crédito de 66.000 euros, para pagarlo a 450 euros por mes. No contaban con la crisis, que en el 2009 dejó a José María sin su trabajo de jardinero.
"La hipoteca hace ya tres años que no la pagamos", relata Paqui. Sin recursos desde enero, José María, de 41 años, su esposa de 35 y sus cuatro hijos, de seis a 17 años, solo cuentan para alimentarse con la familia y organizaciones caritativas.
"A veces me sale algo, de jardinero, de albañil, para un día nada más", añade José María, con un rostro envejecido antes de tiempo. Paqui vende "melones en verano", dice.
Burbuja inmobiliaria
Andalucía, tras los años dorados del 'boom' de la construcción, ligado a la abundancia de turismo, pagó un alto precio cuando estalló la burbuja inmobiliaria, en 2008, arrastrando a toda la economía española.Actualmente, esta región de 8,4 millones de habitantes tiene un astronómico porcentaje de desempleo del 33,92% (contra algo mas del 24% a nivel nacional). Y para miles de familias que agotaron todas sus posibilidades, solo queda el desalojo en el horizonte.
"En Andalucía, cinco familias puestas en la calle cada día", destaca Juan José Sanchez, responsable local de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), una organización que lucha por el derecho a la vivienda.
El 24 de mayo, sus militantes bloquearon un primer intento de desahucio de Paqui y José María.
"Logramos un plazo hasta el 11 de septiembre", explica la madre de familia. Pero, "si nos echan a la calle, no sabemos adonde ir", agrega.
En los 1.737.600 hogares españoles en los que todos sus integrantes están en el paro, la solidaridad familiar se pone a prueba.
"Mi madre tiene dos separados y un soltero en su casa, mi suegra igual, tiene dos hijos en su casa. No tienen sitio para nosotros", se lamenta Paqui.
En su casa blanca en un callejón sin salida, José María y Paqui cuentan los días con angustia: el 11 de septiembre podrían ser desalojados, una plaga que amenaza a miles de familias andaluzas, castigadas por el desempleo. |
"Soy fiadora de mi hijo", relata. Lampista, como cuatro de sus hermanos, perdió el trabajo al tiempo que se veía hundido por un crédito que no puede devolver. "Empezó pagando 500 euros, hoy acaba con 1.700, el banco le pide 1700 euros", explica su madre.
Como consecuencia, Isabel y su marido, inválido desde hace 25 años, peligran ahora con ser desalojados de su propio piso, que acabaron de pagar hace tiempo, en Jerez de la Frontera, una de las ciudades emblemáticas de Andalucía.
"El día 5 de noviembre, lo ponen en subasta, luego nos mandarán una carta diciendo que tenemos que irnos", añade esta mujer de mirada determinada, cuyo retrato en ropas típicas andaluzas adorna una de las paredes del pequeño salón.
La ayuda entre generaciones, a veces, se invierte de manera cruel, como es el caso de Rocío Medina, de 40 años, y su marido Eliseo Cisneros, de 43, pintor desempleado.
Es su hija de 20 años, con una beca de estudiante, la que ayuda a la familia de Chiclana, sin ingresos y también al borde del desahucio.
El mismo círculo vicioso del desempleo y la pobreza parece repetirse hasta el infinito en la hilera de casas blancas, bañadas por el sol, de los barrios populares de Jerez o de Chiclana.
"El futuro, muy negro. No se le ve salida", lamenta Alfredo Martínez, uno de los hijos de Isabel.
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