BEIDAIHE, China (AFP)
En la estación balnearia china de Beidaihe, con sus playas repletas de turistas, solo una mayor cantidad de policías señala la presencia en el lugar de los máximos dirigentes comunistas, reunidos para preparar la próxima y crucial transición política.
Las conversaciones anuales de Beidaihe no existen oficialmente, pero la prensa estatal informó recientemente que varios dirigentes se trasladaron a esta ciudad costera, situada a 285 km de Pekín.
En la época de Mao Tse Tung la peregrinación estival a la estación balnearia, inmortalizada por fotos de playas repletas, era normal para los altos dirigentes del Partido. El viaje forma parte desde entonces del calendario político chino.
Pero este año las discusiones en Beidaihe revisten una importancia especial: en octubre se llevará a cabo el XVIII Congreso del Partido Comunista chino (80 millones de miembros) que verá la llegada de una nueva generación de dirigentes.
El vicepresidente Xi Jinping será muy probablemente el sucesor del presidente Hu Jintao, y el viceprimer ministro Li Keqiang el del primer ministro Wen Jiabao. Ellos deben ser los únicos jerarcas mantenidos en el Comité permanente del Buró político, el meollo del poder en China.
La sucesión está abierta para los otros siete puestos, siempre y cuando este Comité permanente siga contando con nueve miembros, lo cual no es seguro, ya que importantes rumores hablan de una remodelación a siete.
Por otra parte, los dirigentes comunistas deben lidiar con las consecuencias de uno de los peores escándalos que ha golpeado al Partido desde hace décadas: la caída de Bo Xilai, el ex ambicioso secretario general de la megalópolis de Chongqing, cuya esposa reconoció esta semana ante un tribunal que había asesinado a un empresario británico.
Los habitantes de Beidaihe contaron a la AFP que habían notado en los últimos días un aumento de la seguridad, con carreteras cerradas y controles de policía a las personas que llegan a la ciudad en automóviles o en tren.
Beidaihe ofrece a los líderes una oportunidad rara para encontrarse de manera informal y "hacer campaña para los ascensos, los nombramientos y las decisiones sobre las políticas a seguir", explica Joseph Cheng, experto de la política china en la Universidad de Hong Kong.
"Comenzó como un lugar de vacaciones para los altos dirigentes chinos, pero se ha convertido en un lugar donde se toman importantes decisiones", añade.
Según los analistas, Beidaihe es el lugar donde los ex dirigentes del Partido, actualmente retirados, ejercen su influencia. Entre ellos el expresidente Jiang Zemin, quien tiene fama de conservar el brazo largo, con una voluntad de pesar en el proceso de transición del liderato.
La prensa china, controlada por el Estado, no tiene derecho a informar sobre la pugna entre los principales dirigentes del país, y los turistas parecen bastante indiferentes a las actuales intrigas políticas.
"Prefiero no pensar en política", confiesa un sexagenario llamado Lu, aún chorreando agua tras salir del mar. "Me interesan más los Juegos Olímpicos", confiesa.
En la estación balnearia china de Beidaihe, con sus playas repletas de turistas, solo una mayor cantidad de policías señala la presencia en el lugar de los máximos dirigentes comunistas, reunidos para preparar la próxima y crucial transición política.
Las conversaciones anuales de Beidaihe no existen oficialmente, pero la prensa estatal informó recientemente que varios dirigentes se trasladaron a esta ciudad costera, situada a 285 km de Pekín.
En la época de Mao Tse Tung la peregrinación estival a la estación balnearia, inmortalizada por fotos de playas repletas, era normal para los altos dirigentes del Partido. El viaje forma parte desde entonces del calendario político chino.
Una familia toma el sol en la playa de Beidaihe (China), el 6 de agosto de 2012. En la estación balnearia china de Beidaihe, con sus playas repletas de turistas, solo una mayor cantidad de policías señala la presencia en el lugar de los máximos dirigentes comunistas, reunidos para preparar la próxima y crucial transición política.
Pero este año las discusiones en Beidaihe revisten una importancia especial: en octubre se llevará a cabo el XVIII Congreso del Partido Comunista chino (80 millones de miembros) que verá la llegada de una nueva generación de dirigentes.
El vicepresidente Xi Jinping será muy probablemente el sucesor del presidente Hu Jintao, y el viceprimer ministro Li Keqiang el del primer ministro Wen Jiabao. Ellos deben ser los únicos jerarcas mantenidos en el Comité permanente del Buró político, el meollo del poder en China.
La sucesión está abierta para los otros siete puestos, siempre y cuando este Comité permanente siga contando con nueve miembros, lo cual no es seguro, ya que importantes rumores hablan de una remodelación a siete.
Por otra parte, los dirigentes comunistas deben lidiar con las consecuencias de uno de los peores escándalos que ha golpeado al Partido desde hace décadas: la caída de Bo Xilai, el ex ambicioso secretario general de la megalópolis de Chongqing, cuya esposa reconoció esta semana ante un tribunal que había asesinado a un empresario británico.
Los habitantes de Beidaihe contaron a la AFP que habían notado en los últimos días un aumento de la seguridad, con carreteras cerradas y controles de policía a las personas que llegan a la ciudad en automóviles o en tren.
Vista general del balneario chino de Beidaihe, a 285 km de Pekín. En la época de Mao Tse Tung la peregrinación estival a la estación balnearia, inmortalizada por fotos de playas repletas, era normal para los altos dirigentes del Partido. El viaje forma parte desde entonces del calendario político chino.
Beidaihe ofrece a los líderes una oportunidad rara para encontrarse de manera informal y "hacer campaña para los ascensos, los nombramientos y las decisiones sobre las políticas a seguir", explica Joseph Cheng, experto de la política china en la Universidad de Hong Kong.
"Comenzó como un lugar de vacaciones para los altos dirigentes chinos, pero se ha convertido en un lugar donde se toman importantes decisiones", añade.
Según los analistas, Beidaihe es el lugar donde los ex dirigentes del Partido, actualmente retirados, ejercen su influencia. Entre ellos el expresidente Jiang Zemin, quien tiene fama de conservar el brazo largo, con una voluntad de pesar en el proceso de transición del liderato.
La prensa china, controlada por el Estado, no tiene derecho a informar sobre la pugna entre los principales dirigentes del país, y los turistas parecen bastante indiferentes a las actuales intrigas políticas.
"Prefiero no pensar en política", confiesa un sexagenario llamado Lu, aún chorreando agua tras salir del mar. "Me interesan más los Juegos Olímpicos", confiesa.
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